(Parte del capítulo final del relato "quiero que me veas llorar", escrito como terapia del alma allá por 2004)
... y
sé que no hace falta decir lo que pienso, porque ella ya lo sabe
todo; y también ella se calla las cosas que ambos sabemos, porque no
hace falta decirlas.
–
Quiero dormir cada noche abrazado a ti, y
que me perdones todo lo que me puedas perdonar – le susurro a los
ojos – y despertarte cada mañana siguiente con un beso que me
devolverás porque esa noche me has vuelto a perdonar.
–
Yo también lo quiero – responde Tania
–. Quiero que me veas llorar siempre que lo haga, porque estoy
cansada de impedírtelo; porque – continúa – yo también soñé
una noche con el laberinto y te vi pasar y supliqué en silencio, o a
gritos que parecías no escuchar, que me ayudases, y llegué a pensar
que te habías ido, que tenías tanta prisa por llegar a la playa que
no me habías visto llorar en mi rincón, al final de mi pasillo.
Y
si ahora lloramos juntos es porque los dos logramos escapar y ahora
estamos aquí, – se detuvo un instante, reconociéndose en ese
ángel que dibujaba el infinito en un cristal mientras observaba las
luces de la ciudad para asegurarse de que no veía ninguna línea
verde – porque tú sigues vivo y yo acabo de descubrir que nunca lo
estuve tanto como en este momento.
Posó
sus labios sobre los míos, intentando que ese beso durase para
siempre. Lo hizo de una forma dulce, suave y delicada, procurando no
hacerme daño – y no lo hizo, nunca lo hace – y pienso, por vez
última, en un laberinto y en un viaje que, ahora sí, se acababan de
convertir en un sueño lejano y pasado de fecha.
"quiero que me veas llorar" por lisardo díez llamazares se encuentra bajo
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